Carta de una Admiradora
Existen lugares mágicos…como sacados de un sueño…yo me he cruzado con uno de esos lugares…no muy lejano…en Belmonte…
Describir con palabras lo que se siente al atravesar los muros del Castillo de Belmonte resulta tan emocionante como describir el mejor de los perfumes …hay que sentirlo, visitarlo, probarlo para poder sentir en la piel los mil y un aroma que desprende…las mil y una sensaciones que hace sentir…y descubrir, en cada visita, esa magia …
Resulta imposible dejar pasar los días y no visitar Belmonte de nuevo, abandonar la rutina de la ciudad de Madrid, y dejarme llevar por el embrujo de un enclave único…y volver a subir a su gran tesoro, testigo de grandes historias, cómplice de tantos secretos…
No me canso de visitarlo…su Castillo…
Ya a lo lejos, al entrar en la preciosa villa de Belmonte por los caminos de tierra, como siempre me gusta llegar a este mágico lugar, se divisa a lo lejos, la imponente Fortaleza…en ese Cerro de San Cristóbal, que ya sedujo en el siglo XV a Don Juan Pacheco…y desde que lo veo asomar, su hechizo me embruja y me dirige hasta sus torres, una vez más, sin poder evitarlo.
No se qué tiene este Castillo que me hace volver una y otra vez, que me invita entre susurros a recorrer cada uno de sus rincones…y es que resulta imposible apartar la vista de él, cuando te acercas…
Nada más entrar se respira esa magia, desde la entrada a los sótanos, en cada pasillo, en cada uno de esos maravillosos cuadros, en especial el de Eugenia de Montijo, mi favorito… los retales, los trajes, fotografías antiguas, vestíbulos, la historia, contada en cada uno de los rincones…
Y yo imagino esos techos y esos muro cada vez que los cruzo, ahora cuidados al detalle, afortunadamente, y parece que la historia me susurrara a cada paso que doy…y me imagino a todas esas grandes mujeres que vivieron en el Castillo , como Eugenia de Montijo o la misma Juana La Beltraneja.
Resulta emocionante mirar a través de cualquiera de las ventanas del Castillo e imaginar que esa es prácticamente, la misma vista que, siglos atrás, contemplaban esas mismas mujeres…y por un instante, allí sentada, me he sentido como la mismísima Emperatriz… y pienso que estén donde estén deben sentirse muy orgullosas de ver el Castillo de Belmonte lucir ese esplendor que gracias a su labor de reconstrucción, que admiro cada día mas, esta convirtiendo Belmonte y su Castillo, en un lugar indispensable de visitar.
O recrearme en los infinitos detalles que guarda la sala de la Servidumbre…recorriendo con la mirada cada uno de ellos e imaginando la vida en ese mismo habitáculo en una época tan lejana como distinta a la actual…
Y recordar por un instante, allí sentada, las historias del Liebre, por tantos años unido a sus muros…cómplice de tantos momentos que siempre permanecerán en la esencia de este lugar..
Y dejarse llevar por las impresionantes vistas de Belmonte desde lo alto del Castillo…
Un lugar que impresiona…a la luz del sol o bajo las luces de gala que le distinguen de noche en medio de un paisaje único que le confieren un aire mas mágico si cabe….
No existe lugar igual, y si acaso existiera, sólo sería posible en los sueños, pues yo antes de conocerlo, soñaba con un enclave así…
Y si lo más bonito de esta vida es hacer realidad los sueños…basta con volver a Belmonte…y visitar su Castillo…
Silvia Martín