Vestimenta Medieval
En el siglo XV, las vestimentas eran un elemento de identificación social, ya que mientras los señores vestían con prendas lujosas y de colores vivos, los laboratores (campesinos, artesanos, siervos…) utilizaban prendas confeccionadas con tejidos bastos y sin variedad cromática. Esto se debía principalmente a que para ellos el vestido era un mero protector del cuerpo que se adaptaba a sus funciones. Al factor económico se le añade además del factor social: La clase trabajadora debía diferenciarse visualmente de los altos estamentos, como manifestaban las leyes de la época.
Las clases altas utilizaban la indumentaria como exponencial socio-económico. La riqueza se mostraba en la calidad de los tejidos de los vestidos y sobre todo en las joyas. Las innovaciones textiles llegaron primero a los trajes masculinos y luego a los femeninos; los cuales comenzaban a marcar la silueta de la mujer.
La indumentaria femenina
Estaba compuesta básicamente por tres piezas: una de contacto con el cuerpo, camisa; sobre esta, otro traje conocido como brial o saya, y, cubriendo las anteriores, un sobre todo: el pellote.
La camisa estuvo mucho tiempo oculta hasta que empiezan a escotar el brial para que asomen los cuellos y mangas mostrando así los adornos y bordados. Las “camisas margomadas” de tradición morisca datan del siglo XIII y en el siglo XV alcanzan gran difusión siendo buscadas por las distintas cortes europeas. En ellas se emplea gran cantidad de tela que se bordaba o a la que se le aplicaban trozos de tela a tiras, en cuyo caso se llamaban “camisas listadas” con cintas corridas. De buena confección se realizaban en seda reflejando la influencia oriental, con franjas decorativas en puños, mangas y hombros.
El brial era un vestido tejido con telas costosas y ricas, ajustado en la parte superior del pecho y en la cintura. Durante esta época, se confeccionan sin mangas y con amplia sisa para dejar al descubierto parte de los hombros y el pecho, luciendo así las ricas camisas. Bajaba redondo hasta los pies y en el siglo XV comienzan a utilizarse los “verdugados”, aros cosidos a la parte exterior de la falda para darle forma de campana.
Sobre él brial se llevaba un pellote, prenda original de la moda gótica española que se distinguía por su estilo suelto y cómodo. A menudo, estaba confeccionada con telas como la lana o el lino, aunque las versiones más lujosas podían estar hechas de seda u otras telas más ornamentadas.
Para el cabello, el tocado de moda era el “trenzado” o “tranzado” que consistía en un peinado con la ralla en medio cubierto por una tela que cubría las orejas; el pelo se recogía en una sola trenza que se adornaba con hilos y cintas de colores.
En cuanto al calzado, había una gran variedad pero, en la moda hispánica bajomedieval, destacaron los chapines, un tipo de zapato sin talón con gran alza, generalmente de corcho. Este calzado se confeccionaba con piel adornada con dibujos, bordados y lazos.
En España existía clara inclinación por la utilización de mantos, tocas y mantillas; había predilección por las prendas envolventes de las que había gran variedad.